lunes, 3 de noviembre de 2014

Je t'adore.

Y no te costó mucho cambiar mi sonrisa por la de otra.
Y jamás sabré si de verdad me quisiste; si tus palabras fueron reales. Quizás yo me imaginé todas las señales.
Probablemente mi cerebro desarrolló un estímulo imaginario de tu parte, con el fin de hacerme creer que todas tus palabras, que todas tus caricias eran verdaderas.
Y que detrás de esa fachada de "chico piedra", nunca hubo un sentimiento falso, y que tú experimentaste cierto cariño hacia mi.
Y quizás no quiera saberlo; quizás no quiera saber la verdad de esto.
 Creo que es lo mejor para mi , no quiero que mi hipotálamo se dañe, pero mucho menos quiero que deje de segregar serotonina, eso nunca.

Quizás, por el contrario, tampoco quiero saber la otra respuesta. No toleraría haber perdido tanto tiempo en reprimir mis sentimientos hacia ti, por mi vaga aunque segura percepción de tus sentimientos. Me sentiría bastante impotente si supiera que pude hacer algo en ese momento para cambiar nuestro futuro. Pero bueno, creo que así está bien. Esto es lo que nos merecemos: estar tú allá y yo acá, reservando sentimientos para el próximo (en tu caso la próxima) que venga.

Esta es otra de las miles de cartas que te escribo. Es otra carta cuyo destino es no llegar a ninguna parte que no sea mi mente y el lugar donde se escribe. Otra carta que solo servirá para plasmar una pequeña parte de mi alma. Para no ser leída por nadie.

P.D: No me gustan estas noches en las que me paro a pensar en ti y me inspiras a escribir. No quiero darte importancia. Siento que alimento tu ego sin que nadie se entere. Pero en fin, te quiero tanto... y a pesar de todo siempre me quedará la esperanza de que tú a mi también.

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